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Testimonio de conversión de Brian Cerna - SalMer

Cuando Dios llama, cuando Dios quiere, se vale de todo. El ya es experto en la materia. El, que nos conoce desde la eternidad, nos llama. Contaré mi historia corta de conversión. Cuando era niño tenía predisposición al ocultismo sin yo buscarlo. Y esta predisposición sería lo que me llevó a la Santa Iglesia Católica. Yo fui ateo en mi adolescencia. Me sumergí en la filosofía. En el bachillerato …Más
Cuando Dios llama, cuando Dios quiere, se vale de todo. El ya es experto en la materia. El, que nos conoce desde la eternidad, nos llama. Contaré mi historia corta de conversión. Cuando era niño tenía predisposición al ocultismo sin yo buscarlo. Y esta predisposición sería lo que me llevó a la Santa Iglesia Católica. Yo fui ateo en mi adolescencia. Me sumergí en la filosofía. En el bachillerato fui un gran estudioso de la filosofía existencialista y gran aprendiz de la corriente de Nietzche. De hecho, discutía frecuentemente con la profesora de religión. Luego entro a la universidad con mis bases ateas. Un Sábado Santo, luego de ir a acompañar a varios amigos a una procesión para enamorar a unas muchachas, casi me matan miserablemente los grupos de autodefensas de mi ciudad. Desde ese momento, me convierto a creyente. Obviamente no fue fácil ni fue a la Iglesia Católica. Primero fui cuadrangular, luego asistí en múltiples ocasiones a cultos adventistas, una vez asistí a una congregación anual de los testigos de jehova en mi ciudad y así transcurría mi vida. Conocí a mi novia y futura esposa, la cual pertenecía a las comunidades de jóvenes de la Renovación Católica Carismática. En más de una ocasión la hice salir de los encuentros, de Misa, hasta que ella terminó por decaer, no en la Fe sino en la formación de su comunidad de jóvenes. La decisión de hacerme católico es por esa predisposición que mencioné al ocultismo y que en ninguna de esas sectas me ayudaron. Así inicio la búsqueda hasta encontrarme con la Iglesia Católica, a la cual volví y me daba vergüenza entrar a las parroquias. Generalmente al principio no entraba. Había ofendido mucho a la Iglesia Católica que me sentía incómodo y hasta hipócrita conmigo mismo. Y pese ya a asistir a a la Iglesia Católica desconocía a María e incluso sutilmente la ofendía. Con el paso del tiempo he aprendido a amarla. Amo a mi Iglesia Católica. Y ahora hasta el extremo de que si alguien habla mal de ella, inicio un diálogo, por no llamarlo discusión, donde gracias a las diferentes herramientas de apologética, a muchos los he sacado de su error. Doy gracias a Dios por haberme permitido ser de nuevo de su Iglesia. No sé lo que venga a futuro, pero lo cierto es que oro mucho para no desfallecer.