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Marta Obregón, en proceso de beatificación, murió a los 22 años al resistirse a ser violada. El 21 de enero de 1992 Marta Obregón, de 22 años, después de haber estudiado durante toda la tarde en el …Más
Marta Obregón, en proceso de beatificación, murió a los 22 años al resistirse a ser violada.

El 21 de enero de 1992 Marta Obregón, de 22 años, después de haber estudiado durante toda la tarde en el club Arlanza, un centro de mujeres del Opus Dei, fue asesinada, tras plantar resistencia a un hombre que pretendía violarla. En su diócesis de Burgos, se inició en julio de 2007 los primeros pasos para introducir la causa de beatificación. Marta entregó su vida a Dios en defensa de la pureza, como María Goretti en 1902 -una de las Patronas de la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney- y Albertina Berkenbrock, en 1931.

Marta Obregón volvióo cambiada de un viaje a Taizé con el Camino Neocatecumenal. Aunque en la adolescencia se alejó algo de la fe, siempre fue educada, en su casa, en el cristianismo. No quería que su madre le advirtiera de los peligros, sino que quería tropezar ella misma para poder aprender.

Este encuentro profundo con Cristo se refleja en una carta que Marta escribió desde Francia, aquel verano, a una amiga segoviana: «Me encuentro en Taizé, con unas 6.000 personas. Son gente cargada de ganas de vivir, que tienen como punto de unión a nuestro Dios. Es curioso, pero cuando descubres algo importante en tu vida, y caes en la cuenta de cosas fundamentales que hasta entonces pasaron inadvertidas a tu lado, te encuentras francamente bien, en paz… La vida es genial. Después de la tormenta viene la calma».

Marta era muy estudiosa, con buenas notas y aficionada al deporte, como el patinaje sobre ruedas, el atletismo, la natación y el tenis. Llena de vitalidad, cometió un tropiezo en su adolescencia con un novio que tuvo, de lo cual se arrepintió enormemente. A la vuelta de Taizé, se confesó con un sacerdote que no la absolvió. Nadie sabe por qué. Sin embargo, un día de excursión encontró a un sacerdote con el que pudo confesarse sin problemas. A partir de este momento, la opresión que sentía en su interior desapareció, experimentó que Dios la quería a pesar de todo y, llena de alegría, de gozo y de paz, se lo hizo saber a sus amigas. Dios la había perdonado. Había experimentado la misericordia divina, y decidió conocer el Camino Neocatecumenal. «Quería dar a Dios todo en gratitud, al sentirse perdonada», cuenta Stella, una de sus amigas. Además, quería irse de itinerante como seglar, para predicar el Evangelio.

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