¿En qué fase de su pasión se halla la Iglesia?
Cristo es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, encarnada como Sumo Sacerdote, Profeta y Rey. Es verdadero Dios y verdadero hombre (unión hipóstática). Para asumir la naturaleza humana, escogió renunciar temporalmente a sus atributos divinos, que reasumió al ascender a los Cielos (kénosis)*. Como hombre, formado por cuerpo y alma, su cuerpo murió en la Cruz. Pero aunque su cuerpo estuvo muerto tres días hasta la Resurrección, con todas sus funciones vitales detenidas (vegetativa, sensitiva y racional), por la inhabitación divina del Ser, nunca se descompuso.
La Iglesia, con el Papa como Cabeza, es la Esposa de Cristo, y ejerce las funciones de enseñar, santificar y gobernar. Está formada por una parte divina y una parte humana. También ella está sujeta a su propia pasión. Y llegará el día, si es que ese día no ha llegado ya, en el que esa parte humana morirá, deteniéndose las funciones vitales de su estructura jerárquica humana, que dejará de enseñar, de santificar y de gobernar. En qué consistirá exactamente esa "detención", es harina de otro costal. Pero de la misma manera que el cuerpo de Cristo nunca se descompuso, de esa misma forma, la parte humana de la Iglesia, siempre animada sin cesar por el Espíritu Santo, tampoco se descompondrá jamás. Seguirá ejerciendo sin cesar, siempre y en todas partes, sus funciones de enseñar, gobernar y santificar. Sus enseñanzas y preceptos seguirán siendo siempre válidos y siempre los mismos (eodem sensu, eademque sententia), obligando en todas partes a todos por igual (quod semper et ubique ab omnibus). Y seguirá ejerciendo su función de santificar a través de obispos y sacerdotes fieles que nunca faltarán, aunque ciertamente escasearán y no siempre estarán de acuerdo entre sí "pues escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt.26:31). Porque, tal y como Cristo prometió, "yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt.28:20).
Seguir leyendo (Nombre original del artículo “Matrix”).
*Nota aclaratoria de Gottlob: Considero que es necesario aclarar lo que significa kénosis, ya que como se presenta en el artículo se presta a confusión. Para esto me basaré en el libro “Teología de San Pablo” del P. José María Bover, S. J (gran autoridad en lo que respecta a los escritos de San Pablo) (edición del 2008, páginas 249 a 251).: “Numerosos teólogos protestantes han pretendido ver en la kénosis una cesación, interrupción, mengua, o eclipse de los atributos divinos y esenciales de la naturaleza o de la persona divina del Hijo” (el autor llama a estas teorías “desvaríos”).
“… anonadarse o despojarse es lo mismo que no considerar como presa… o desprenderse de ella (presa)… esta presa no es la forma de Dios o sus atributos esenciales e intrínsecos, sino el ser igual a Dios, o el trato correspondiente a una persona divina o, lo que es lo mismo, el presentarse a los ojos de los hombres en calidad de Dios, con los esplendores de una gloriosa teofanía”. Más adelante sintetiza el autor: “Lo que él (S. Pablo) quiere recalcar es que el que era al «igual» de Dios se presenta en semejanza de hombre. Y en este presentarse exteriormente en semejanza de hombre quien podía visiblemente presentarse al igual de Dios está propiamente la kénosis de que habla San Pablo”.
“A esta presentación humana… agregó la más tremenda humillación… Se humilló, es decir, se abajó, se empequeñeció, se abatió. Tres abatimientos señala San Pablo: el de la obediencia, el de la muerte, el de la cruz. Hízose obediente, con la humillación de la obediencia y sujeción, el que era Señor soberano de cielos y tierra. Sometiose a la muerte el que era inmortal y la vida. Aceptó la suprema ignominia de la cruz el Dios de la majestad y de la gloria”.
“Con esta triple humillación se extremó y, por así decir, se agudizó la kénosis; pero todo este abatimiento respecto de la forma de Dios quedó en lo de fuera. La kénosis no alcanzó, ni pudo alcanzar, a los atributos intrínsecos de la divinidad, que permanecieron inmunes e inalterados”.
La Iglesia, con el Papa como Cabeza, es la Esposa de Cristo, y ejerce las funciones de enseñar, santificar y gobernar. Está formada por una parte divina y una parte humana. También ella está sujeta a su propia pasión. Y llegará el día, si es que ese día no ha llegado ya, en el que esa parte humana morirá, deteniéndose las funciones vitales de su estructura jerárquica humana, que dejará de enseñar, de santificar y de gobernar. En qué consistirá exactamente esa "detención", es harina de otro costal. Pero de la misma manera que el cuerpo de Cristo nunca se descompuso, de esa misma forma, la parte humana de la Iglesia, siempre animada sin cesar por el Espíritu Santo, tampoco se descompondrá jamás. Seguirá ejerciendo sin cesar, siempre y en todas partes, sus funciones de enseñar, gobernar y santificar. Sus enseñanzas y preceptos seguirán siendo siempre válidos y siempre los mismos (eodem sensu, eademque sententia), obligando en todas partes a todos por igual (quod semper et ubique ab omnibus). Y seguirá ejerciendo su función de santificar a través de obispos y sacerdotes fieles que nunca faltarán, aunque ciertamente escasearán y no siempre estarán de acuerdo entre sí "pues escrito está: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt.26:31). Porque, tal y como Cristo prometió, "yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt.28:20).
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*Nota aclaratoria de Gottlob: Considero que es necesario aclarar lo que significa kénosis, ya que como se presenta en el artículo se presta a confusión. Para esto me basaré en el libro “Teología de San Pablo” del P. José María Bover, S. J (gran autoridad en lo que respecta a los escritos de San Pablo) (edición del 2008, páginas 249 a 251).: “Numerosos teólogos protestantes han pretendido ver en la kénosis una cesación, interrupción, mengua, o eclipse de los atributos divinos y esenciales de la naturaleza o de la persona divina del Hijo” (el autor llama a estas teorías “desvaríos”).
“… anonadarse o despojarse es lo mismo que no considerar como presa… o desprenderse de ella (presa)… esta presa no es la forma de Dios o sus atributos esenciales e intrínsecos, sino el ser igual a Dios, o el trato correspondiente a una persona divina o, lo que es lo mismo, el presentarse a los ojos de los hombres en calidad de Dios, con los esplendores de una gloriosa teofanía”. Más adelante sintetiza el autor: “Lo que él (S. Pablo) quiere recalcar es que el que era al «igual» de Dios se presenta en semejanza de hombre. Y en este presentarse exteriormente en semejanza de hombre quien podía visiblemente presentarse al igual de Dios está propiamente la kénosis de que habla San Pablo”.
“A esta presentación humana… agregó la más tremenda humillación… Se humilló, es decir, se abajó, se empequeñeció, se abatió. Tres abatimientos señala San Pablo: el de la obediencia, el de la muerte, el de la cruz. Hízose obediente, con la humillación de la obediencia y sujeción, el que era Señor soberano de cielos y tierra. Sometiose a la muerte el que era inmortal y la vida. Aceptó la suprema ignominia de la cruz el Dios de la majestad y de la gloria”.
“Con esta triple humillación se extremó y, por así decir, se agudizó la kénosis; pero todo este abatimiento respecto de la forma de Dios quedó en lo de fuera. La kénosis no alcanzó, ni pudo alcanzar, a los atributos intrínsecos de la divinidad, que permanecieron inmunes e inalterados”.