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Beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles.

18 septiembre, fiesta, Indígenas Mártires Martirologio Romano: En la localidad de Santo Domingo de Xagacia,Oaxaca, en México, beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, mártires, que, siendo catequistas, al pretender remover los ídolos para servir a Cristo, fueron apaleados cruelmente, imitando la pasión de Cristo y alcanzando el premio eterno (1700).
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Beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles. 18 septiembre
Irapuato
Homilía del Papa en la beatificación de dos mártires indígenas mexicanos
Todos los cristianos son evangelizadores, recuerda el Papa
CIUDAD DE MÉXICO, 1 agosto 2002 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Juan Pablo II en la homilía de beatificación de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, indígenas y padres de familia, martirizados el 16 de septiembre de 1700 en san Francisco Cajonos …Más
Homilía del Papa en la beatificación de dos mártires indígenas mexicanos

Todos los cristianos son evangelizadores, recuerda el Papa

CIUDAD DE MÉXICO, 1 agosto 2002 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció Juan Pablo II en la homilía de beatificación de Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, indígenas y padres de familia, martirizados el 16 de septiembre de 1700 en san Francisco Cajonos (México).

* * *

Queridos hermanos y hermanas:

l. «Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos» (Mateo 5,10). En el evangelio de las bienaventuranzas, esta última invita a no desalentarse ante las persecuciones que la Iglesia ha afrontado desde el inicio. En el Sermón de la Montaña Jesús promete la felicidad auténtica a quienes son pobres de espíritu, lloran o son mansos; también a los que buscan la justicia y la paz, actúan con misericordia o son limpios de corazón.

Ante el sufrimiento humano que acompaña el camino en la fe, san Pedro exhorta: «Alégrense de compartir ahora los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, el júbilo de ustedes sea desbordante» (1 Pedro 4, 13). Con esta convicción Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles afrontaron el martirio manteniéndose fieles al culto del Dios vivo y verdadero y rechazando los ídolos.

Mientras sufrían el tormento, al proponerles renunciar a la fe católica y salvarse, contestaron con valentía: «Una vez que hemos profesado el Bautismo seguiremos siempre la religión verdadera». Hermoso ejemplo de cómo no se debe anteponer nada, ni siquiera la propia vida, al compromiso bautismal, como hacían los primeros cristianos que, regenerados por el bautismo, abandonaban toda forma de idolatría (Cf. Tertuliano, «De baptismo», 12, 15).

2. Saludo con afecto a los señores cardenales y obispos congregados en esta Basílica. En particular al arzobispo de Oaxaca, monseñor Héctor González Martínez, a los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos, especialmente a los venidos desde Oaxaca, tierra natal de los nuevos beatos, donde su recuerdo sigue tan vivo.

Vuestra tierra es una rica amalgama de culturas. Allí llegó el Evangelio en 1529 con los Padres Dominicos, sirviéndose de las lenguas nativas y los usos y costumbres de las comunidades locales. Entre los frutos de esta semilla cristiana destacan estos dos grandes mártires.

3. En la segunda lectura san Pedro nos ha recordado que si alguno «sufre por ser cristiano, que le dé gracias a Dios por llevar ese nombre» (1 Pedero 4, 16). Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, derramando su sangre por Cristo, son auténticos mártires de la fe. Como el apóstol Pablo, podrían preguntarse en su interior: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?» (Romanos 8, 35).

Estos dos cristianos indígenas, intachables en su vida personal y familiar, sufrieron el martirio por su fidelidad a la fe católica, contentos de ser bautizados. Ellos son ejemplo para los fieles laicos, llamados a santificarse en las circunstancias ordinarias de la vida.

4. Con esta beatificación, la Iglesia pone de relieve su misión de anunciar el Evangelio a todas las gentes. Los nuevos Beatos, fruto de santidad de la primera Evangelización entre los indios zapotecas, animan a los indígenas de hoy a apreciar sus culturas y sus lenguas y, sobre todo, su dignidad de hijos de Dios que los demás deben respetar en el contexto de la nación mexicana, plural en el origen de sus gentes y dispuesta a construir una familia común en la solidaridad y la justicia.
Los dos Beatos son un ejemplo de cómo, sin mitificar sus costumbres ancestrales, se puede llegar a Dios sin renunciar a la propia cultura, pero dejándose iluminar por la luz de Cristo, que renueva el espíritu religioso de las mejores tradiciones de los pueblos.

5. «Estábamos alegres, pues ha hecho cosas grandes por su pueblo el Señor» (Salmo 125, 3). Con estas palabras del salmista nuestro corazón se llena de gozo, porque Dios ha bendecido a la Iglesia de Oaxaca y al pueblo mexicano con dos hijos suyos que hoy suben a la gloria de los altares. Ellos, con ejemplar cumplimiento de sus encargos públicos, son modelo para quienes, en las pequeñas aldeas o en las grandes estructuras sociales, tienen el deber de favorecer el bien común con esmero y desinterés personal.

Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, esposos y padres de familia de conducta intachable, como fue reconocido entonces por sus conciudadanos, recuerdan a las familias mexicanas de hoy la grandeza de su vocación, el valor de la fidelidad en el amor y de la aceptación generosa de la vida.
Se alegra, pues, la Iglesia porque con estos nuevos Beatos ha recibido muestras evidentes del amor que Dios nos tiene (Cf. «Prefacio II de los Santos»). Se alegra también la comunidad cristiana de Oaxaca y de México entero porque el Todopoderoso ha puesto sus ojos en dos de sus hijos.

6. Ante el dulce rostro de la Virgen de Guadalupe, que ha dado aliento constante a la fe de sus hijos mexicanos, renovemos el compromiso evangelizador que distinguió también a Juan Bautista y a Jacinto de los Ángeles. Hagamos partícipes de esta tarea a todas las comunidades cristianas para que proclamen con entusiasmo su fe y la trasmitan íntegra a las nuevas generaciones. ¡Evangelizad estrechando los lazos de comunión fraterna y dando testimonio de la fe con una vida ejemplar en la familia, en el trabajo y en las relaciones sociales! ¡Buscad el Reino de Dios y su justicia ya aquí en la tierra mediante una solidaridad efectiva y fraterna con los más desfavorecidos o marginados! (Cf. Mateo 25, 34-35) ¡Sed artífices de esperanza para toda la sociedad!

A nuestra Madre del cielo expresamos el gozo que nos embarga por ver subir a los altares a dos hijos suyos pidiéndole al mismo tiempo que bendiga, consuele y auxilie, como siempre ha hecho desde este Santuario del Tepeyac, al querido pueblo mexicano y a toda América.
www.zenit.org/article-6426
Un comentario más de Irapuato
Irapuato
Los primeros pobladores de San Francisco Cajonos fueron idólatras. Tenían una casa o templo donde se reunían para las prácticas o rendimiento de cultos a su Dios.
En el cerro de "LA MESA" celebraban sus fiestas, donde llegaban peregrinos de pueblos lejanos, según dice el Señor Arzobispo Don Eulogio Gregorio Guillow en su historia "LOS MARTIRES DE CAJONOS"
. Siendo el pueblo de San Francisco un …Más
Los primeros pobladores de San Francisco Cajonos fueron idólatras. Tenían una casa o templo donde se reunían para las prácticas o rendimiento de cultos a su Dios.
En el cerro de "LA MESA" celebraban sus fiestas, donde llegaban peregrinos de pueblos lejanos, según dice el Señor Arzobispo Don Eulogio Gregorio Guillow en su historia "LOS MARTIRES DE CAJONOS"
. Siendo el pueblo de San Francisco un pueblo idólatra, la Superioridad Eclesiástica, se supone que para evangelizar a los habitantes de este pueblo y de los pueblos circunvecinos mandó construir un convento donde estuvieron unos frailes DOMINICOS, quienes en cumplimiento de su noble misión, estuvieron en esta población convirtiendo a los nativos a la verdadera Religión.
Como sucede en estos casos, no todos aceptaron las prédicas de los frailes, muchos siguieron asistiendo a su templo para practicar su acostumbrado culto; estos fueron denunciados por los fiscales Juan Bautista y Jacinto de los Angeles, ante el superior del Convento, quien ordenó que frailes y artesanos españoles que había en el pueblo fueran a la casa donde celebraban sus prácticas idolátricas los que no querían aceptar la religión que venían a implantar los frailes franciscanos.
Los frailes y los artesanos, encabezados por el Superior del Convento, se fueron a la casa o templo de los idólatras donde los sorprendieron en sus prácticas idólatras. Después de amonestarlos por su mal comportamiento, mandó recoger los útiles que usaban para su culto.
Enterados los idólatras que los fiscales Juan Bautista y Jacinto de los Angeles los habían denunciado, se amotinaron; llamaron a los idólatras de otros pueblos, principalmente a los de San Pedro, quienes vinieron y sitiaron el Convento.
Pidieron a los frailes que les entregaran a los fiscales que los habían denunciado por seguir practicando su religión. No consiguieron su deseo, porque los frailes no se los entregaron, pues ya preveían las consecuencias; pero en vista de que ya estaban destechando uno de los cuartos del Convento los enardecidos idólatras, tuvieron que entregar a los fiscales, quienes una vez en poder de sus enemigos, fueron objeto de azotes y de un sin fin de vejaciones, poniéndolos después en la cárcel. Al día siguiente se los llevaron a la cárcel de San Pedro y de este pueblo los condujeron para el monte de Santo Domingo Xagacía, donde los sacrificaron y los enterraron.
Los frailes se quejaron ante las autoridades de la Cabecera del Distrito de Villa-Alta, quienes de inmediato enviaron la queja ante el Virrey. Esta máxima Autoridad ordenó que se practicaran las diligencias respectivas de tan horrendo crimen.
De las diligencias practicadas, resultaron once culpables, los cuales fueron sentenciados a muerte. Sus cuerpos fueron despedazados y puestos en esrtacas a los lados de los caminos reales que llegan a San Francisco.
A raíz de estos acontecimientos, la mayoría de los habitantes del poblado, que de seguro se había internado en el monte, regresó para pedirles perdón a los frailes, quienes en nombre del Señor, los recibieron en el seno de la Santa Madre Iglesia.
Después de algunos años fueron encontrados en el monte de Xagacía, donde estaban enterrados los cuerpos de los fiscales de San Francisco, por delación de un pretendiente de la viudad de Jacinto de los Angeles. Por acuerdo a la Superioridad fueron exhumados los restos de los fiscales y llevados a la Cabecera del Distrito, donde permanecieron algunos años, hasta que el sacerdote Juan Bautista Robles fue a traer dichos restos, por orden del Ilustrísimo Arzobispo de Oaxaca Monseñor Eulogio Gregorio Guillow. Este gran Prelado de la Iglesia se llevó los restos de los fiscales y los depositó en la Santa Iglesia de la Catedral de Oaxaca, Su Señoría Ilustrísima empezó a hacer las gestiones ante el Santo Padre reinante en esa época, para la canonización de los fiscales de San Francisco, cuyo proceso ya fué aprobado por el Santo Papa Juan Pablo Segundo, en un decreto que emitio en la Sala Clementina del departamento del Santo Padre, ahi tuvo lugar el proceso denominado "Lectura de Decretos", en donde finalmente fue reconocido jurídicamente la autenticidad del martirio de los fiscales Juan Bautista y Jacinto de los Angeles, por lo que en breve se dará paso a la solemnidad de la beatificación.
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