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Testimonio de Mercedes Salisachs (Garabandal) Testimonio completo: www.virgendegarabandal.com/testimoniomercedes.htm Mercedes sufrió mucho por la muerte de su hijo Miguel. Miguel murió en Francia en …Más
Testimonio de Mercedes Salisachs (Garabandal)

Testimonio completo:
www.virgendegarabandal.com/testimoniomercedes.htm
Mercedes sufrió mucho por la muerte de su hijo Miguel. Miguel murió en Francia en un accidente de automóvil, el 30 de octubre de 1958, cuando tenía dieciocho años.
Subió al pueblo de Garabandal, en medio del dolor, para encontrar respuestas a la muerte de su hijo Miguel.

Dice Mercedes: Ignoro lo que habrán experimentado otras madres al perder así a un hijo como Miguel. Su muerte mataba de cuajo el motivo esencial de mi vida y, al perderlo, me sentí sumida en la oscuridad más espantosa.


Me decían que, con el tiempo, me conformaría; que, aunque no llegara a olvidarlo, su recuerdo iría diluyéndose, hasta quedar en una evocación amable; que, poco a poco, me iría acostumbrando a no verlo, a no oírlo, y aceptaría mi situación sin desgarro.
Pero el tiempo pasaba y yo continuaba en la desesperación. Aunque procuraba disimular mi tristeza, especialmente para no herir a mis cuatro hijos restantes, cuanto más tiempo transcurría, más se me acentuaba el vacío, la desorientación y el dolor.
Algunos, para ayudarme, echaban mano de argumentos religiosos. Me hablaban de la resignación cristiana; me recordaban su fe, la ejemplaridad de su muerte y me decían que debía dar gracias a Dios, por habérselo llevado en condiciones tan buenas para su alma. Pero la resignación no llegaba y todos aquellos argumentos se me antojaban huecos e inconsistentes.
Llegó un momento en que las dudas contra la fe se me volvieron obsesivas y todo cuanto hasta entonces había admitido sin excesivo esfuerzo, empezó a tambalearse, dejándome cada vez más abatida. Me convertí en un remedo de persona, sin más horizonte que el pasado, sin más esperanza que la de morir; pero con la impresión de que en la muerte se acaba todo, que la esperanza es una gran mentira y la fe una puerilidad lanzada para mantenernos a raya.
Sin embargo, todas mis dudas no cuajaban por completo. A veces, sin saber por qué, la esperanza volvía: "Y si Miguel me viera. Si fuera verdad eso de la Comunión de los Santos". Por aquel entonces, ni siquiera podía rezar. Tropezaba siempre contra el muro de la duda. Recuerdo que en cierta ocasión mi madre propuso rezar el rosario en común; yo me negué, por considerarlo "una vulgaridad".
En definitiva, yo necesitaba una prueba. Algo que me hiciera palpar que más allá de la muerte, la vida continuaba. Pero la prueba no llegaba, ni yo hacía por conseguirla. Por ejemplo, mi devoción a la Virgen era prácticamente nula. Hasta que un día, próximo a la fiesta de la Purísima, instintivamente me enfrenté a una imagen de la Dolorosa, suplicándole que, si Miguel vivía, ella me diese una prueba.

A partir de aquel día, ya no tuve más obsesión que la de volver a Dios. Y cinco meses más tarde, concretamente el 4 de mayo de 1959, después de una confesión general, me acerqué a Dios definitivamente, con la intención de no separarme de Él ni un segundo en todo lo que me restara de vida.
Subió al pueblo de Garabandal, en medio del dolor, para encontrar respuestas a la muerte de su hijo Miguel.
(extraído del video "Los testigos oculares" www.virgendegarabandal.com/videos.htm)


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